jueves, 26 de septiembre de 2013

Crítica de Cine: Dolor y Dinero (2013), de Michael Bay


"Me llamo Daniel Lugo, y creo en el fitness" 
Esas son las primeras palabras de la particular odisea de tres culturistas hacia su propio Sueño Americano, asfaltado de crimen, drogas, putas, asesinatos y esteroides. 
Michael Bay se olvida de sus robots gigantes y decide contarnos una historia más pequeña, más personal. El problema, y auténtico placer para el espectador, es que a este tipo no le sale una "historia pequeña" ni queriendo.
Daniel Lugo es el clásico perdedor, bueno en sus músculos y malo para todo lo demás, con ambición pero con demasiado buen corazón para llevarse las cosas por su cuenta. 
Hasta que llega un despreciable ricachón que ha hecho su fortuna rapiñando de aquí y allá, por lo que a Daniel se le enciende la bombilla: ah... ¿que se puede robar y estafar para vivir mejor?

Ya en el principio de esta cadena de malentendidos se deja claro que la bondad tiene que estar fuera, a la fuerza, de una vida a todo lujo. Un grandioso Ken Jeong así lo expone, cuando dice que los hacedores se llevan la gloria, a los demás solo les queda dejarse hacer. 
Punteando la narración con su desternillante voz en off, Daniel Lugo llega a la conclusión de que se ha pasado demasiado tiempo sujetando las pesas de quienes realmente llevan el poder, de que sus músculos no le darán la felicidad y que ni siquiera para los poderosos llegará a ser alguien importante.

Que el hombre corriente, medio, que hace lo que puede para llegar al mañana sea el protagonista de esta historia me parece un acto de sutilidad cojonudo. Pero claro, la sutilidad tampoco es el fuerte del director, por lo que esta lectura tiene la sutileza de un puñetazo en la cara. 
'Dolor y Dinero' es abiertamente racista, xenófoba, misógina y está orgullosa de ello. En un momento en que la corrección política es ley, da gusto encontrarse con una película que reparte a todo y a todos, sin olvidarse de sus protagonistas.
Otros grandes, Dwayne Johnson y Anthony Mackie, secundan a Mark Wahlberg como cómplices, el primero dando una buena colleja a la Iglesia y el segundo a los cachas obsesionados por los esteroides. Aun estoy tratando de decidir si el plano picado que muestra una iglesia y a Dwayne Johnson cual Jesucristo resucitado es pura genialidad o pura locura (cuánto se confunden ambos términos...). 
Lo absurdo de todo el asunto es que no son malas personas. Solo son, como nos recuerda la potente voz de Ed Harris (el clásico personaje "¿qué coño está pasando aquí?" de toda buena comedia) una panda de auténticos subnormales.

A través del simple robo a un empresario (judío, para más señas) el alcance de la historia se abre para mostrarnos una Miami casi siempre espectacular de personas totalmente estúpidas. 
Cabe preguntarse cuánto ha exagerado Bay todos los defectos de estas cincuentonas recauchutadas y empresarios corruptos, pero uno nunca duda que algo así existe. No me parece casualidad que todo el rato se mencionen referencias al mundo del cine aplicadas a la realidad, la pantalla siempre es un buen lugar del que copiar identidades, pero hay que saber que normalmente la realidad es algo menos excitante (casi lloro de risa con la prostituta checa comparándose con 'Pretty Woman').
Así, Bay consigue, quien sabe sin querer queriendo, un auténtico mosaico de la actual sociedad americana, amparada al lujo y el placer a costa de los que se parten la espalda, llena de apariencias que se intentan maquillar con el siempre omnipresente dinero. 
Daniel Lugo, Paul Doyle y Adrian Doorbal no han hecho nada diferente que los poderosos que estafan y roban para vivir mejor. Su único fallo ha sido darse cuenta demasiado tarde de que eran demasiado inocentes para lo que exige vivir el Sueño Americano.


'Dolor y Dinero' es Michael Bay. Michael Bay es 'Dolor y Dinero'. (¿Fue antes el huevo o la gallina?) 
Culturistas hiper-petados rebozados en aceite, chicas esculturales con moreno artificial, planos empalmados con cuestionable gusto cinematográfico (que no estético), personajes graciosillos y repulsivos... TODO su particular universo poblando una sola película. 
Cuando a la hora y media se nos recuerda que sí, seguimos viendo una historia real, parece el definitivo golpe de gracia que nos da Michael. Como diciendo "sí, la gente es así de gilipollas en el mundo real. Yo solo estoy orgulloso de darles su momento de gloria."

Nota: 8 / 10

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