martes, 17 de septiembre de 2013

Crítica de Cine: Oblivion (2013), de Joseph Kosinski


Hoy en día, cuando resulta difícil si no imposible encontrar nuevos recovecos en la ciencia-ficción, cuando todo parece condenado a repetir los éxitos de antes bien aguados... llega 'Oblivion'. 
El reino de las nubes, la Tierra que quedó olvidada.
La principal razón por la cual esta película será un auténtico referente es porque se trata de un drama intimista escondido tras una supuesta épica de ciencia ficción. La épica presente tiene más que ver con un magnífico gusto por los escenarios naturales y abiertos que con la acción espectacular.

En ese mundo desolado, conocemos la historia de Jack Harper, el último hombre sobre la Tierra junto con su querida Victoria, viviendo el día a día reparando los drones que tratan de finiquitar los últimos recursos del planeta para una nueva colonia. Vemos el matrimonio perfecto haciendo vida normal en una plataforma aséptica y elegante sobre las nubes, otro día en el paraíso.

Sin embargo, Jack se resiste a dejar de bajar al mundo exterior, sigue buscando y observando entre los restos de algo que ya no volverá a la vida, sintiendo una extraña melancolía por un mundo que no llegó a conocer del todo.

Ahí está el fuerte de la película: un hombre que vaga entre testimonios de la Humanidad en un helicóptero de última generación incapaz de decirles adiós pese a que nunca tendrán el esplendor pasado. Ganaron la guerra contra su propia extinción, parece injusto dejar miles de libros que les recuerdan su propio legado abandonados en extensas cuevas bajo las arenas, que alguien en su momento llamó edificios.


También, noche tras noche, y pese a tener la vida que cualquiera podría desear en esas condiciones junto a su mujer, sueña cada día con un encuentro en el Empire State con otra, una última nota de la Tierra y sus pequeñas cosas. Un sueño que, pese a su sencillez, parece dejar un poso más feliz que su vida perfecta.

Cuando la mujer de ese sueño, Julia, aparece repentinamente un día y amenaza con romper su lazo con Victoria, Jack deberá replantearse si realmente quería lo que deseaba con (y esto es lo importante) sus consecuencias. La respuesta será sí, porque siempre hacemos caso al corazón antes que a nuestra razón, la última cualidad humana que sobrevivirá al cataclismo.

Aun así, no olvidarse de la triste subtrama de Victoria, una mujer que nunca se planteó las preguntas porque el apocalipsis le dió las respuestas que ella quería/necesitaba. Un momento capturado en el tiempo se convirtió en su realidad que antes no podía existir, y Andrea Risenborough está a la altura de un personaje con tantos matices, enamoradiza, sensata y atrapada por sus circunstancias.


'Oblivion' es, de esa manera, la historia de un hombre primero, la de una guerra pasada contra la extinción después. Una guerra que dejó en suspenso la vida de ese hombre, dormida hasta poder llegar a despertar en un mañana mejor.

La ramificaciones de esa vida permanecen y se resisten a soltarle, dando la idea de que nuestra propia humanidad será la clave para que cualquier buen recuerdo nuestro pueda permanecer inalterable en algún rincón de nuestra consciencia, listo para decirnos que es lo que de verdad importa de todo lo que dejamos atrás.

No son las ciudades, nuestras pertenencias olvidadas por el tiempo lo que nos recordará de dónde venimos y adonde vamos, es la mirada de esa persona que nos hizo especiales durante un momento la que permanecerá como faro de nuestros verdaderos sueños.


Una invasión alienígena cruzó la Tierra y solo dejó polvo y muerte en la civilización, olvido después.
Pero la verdadera pérdida para dos personas fue separarse cuando no necesitaban nada más que su mudo acuerdo de envejecer juntos.

Nota: 8 / 10

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